Ir al contenido
Inicio » Historias de Perros » Ramón: El hilo rojo

Ramón: El hilo rojo

“Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper”.

La historia de Ramón, uno de mis perros, está marcada por el destino. Una serie de eventos, aparentemente azarosos, hicieron que nuestros caminos se cruzaran para comenzar a transitarlos juntos.
Pero no existe la casualidad, existe la sincronicidad.
Carl Justav Jung, médico psiquiatra y psicologo suizo, definió la sincronicidad como: “La simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal”. Es decir, la coincidencia temporal de dos o más eventos, que guardan relación entre sí, pero que no son uno causa del otro, sino que su relación es de contenido.


Nos remontamos al año 2018, más precisamente en Abril, cuando paseando a Hiena me puse a charlar con una vecina sobre perros callejeros. Ella me comentaba que su hija también rescataba perros, por lo que nos intercambiamos los números para avisarnos en caso de ver alguno, o simplemente ayudarnos en la difusión.

Mientras tanto, un perro negro había sido visto deambulando por el barrio y aparentaba estar perdido. Era un perro con una descripción muy similar a la de uno que habían publicado por redes días atrás y que había sido visto en un barrio cercano. Era Ramón.

  • hilo rojo
  • hilo rojo
  • hilo rojo
  • hilo rojo

La vecina ya tenía mi número y el perro ya había llegado al barrio. De a poco el hilo rojo nos iba acercando mediante sucesos aparentemente aleatorios.

Fue durante la tarde del 26 de abril (feliz cumple, mami!) cuando me llama mi novia contándome que estaba a la vuelta de casa con un perro acostado en la vereda. Un policía que caminaba por la cuadra le dijo que hacía varias horas estaba así.

Una señora que pasaba por ahí vio la situación y dijo que si no conseguían casa, ella se lo quedaba. El único problema era que ese día no iba a estar en su casa, por lo cual le pidió a mi novia que lo tenga una noche y se lo lleve al día siguiente.

Mi novia accedió y lo llevó a casa. Cuando llegaron, y abrió la puerta del edificio, Ramón no quiso entrar y salió corriendo. Ya que ella estaba con Hiena, no pudo correrlo y tampoco ninguna persona lo retuvo. Se fue y no volvimos a saber de él. Al menos por unos días.
Recordemos que el hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper.

Así que el el 28 de Abril, cuando anochecía, me llegaron unas fotos, que me envió la vecina a la que le había dado mi teléfono, de un perro que estaba a 2 cuadras de casa. Estaba tirado en la puerta de un edificio, herido y al que solo le habían dejado un poco de comida. Como yo no lo conocía, le reenvié las fotos a mi novia y me dijo que era el mismo perro que se le había escapado 2 días antes: Era Ramón.

Era de noche y se venía una tormenta increíble. Yo estaba volviendo a casa y me apuré para poder encontrarlo antes de que se vaya. Ya sabía que había una señora que lo quería. Lo único que tenía que hacer era agarrarlo y llevárselo.

Cuando llegué, Ramón seguía en el edificio. Estaba tirado y tenía un poco de sangre en el muslo. En ningún momento fue agresivo y se dejó agarrar. Le puse la correa (una que siempre llevo en el coche por si me encuentro algún perro) y lo llevé hasta la casa de la señora para ver si seguía interesada en el perro. Nunca me atendió, o nunca me quiso contestar, no me quedó muy claro. La cuestión era que estaba en la calle con Ramón, herido y encima se venía el cielo abajo.

Volví al edificio donde estuvo tirado y le pregunté al encargado si podía hacerle pasar la noche en la entrada, bajo techo. Le prometí ir a buscarlo a la mañana siguiente (mi miedo era que se peleen con Hiena). Me dijo que no, que no podía dejarlo pasar.

Ramón tenía una herida de balín, o de una mordida de un perro grande, que le había atravesado de lado a lado su muslo. Además tenía los testículos muy ensangrentados y lastimados.

Así que fuimos al veterinario, lo hicimos atender y volvimos a casa antes de que empiece a llover.

Pasó la noche con nosotros. Descansó como al parecer no había descansado en su vida. Lo dejé en el baño de mi habitación con agua y comida, una mantita y la losa radiante encendida para que esté más calentito. Aquella noche la tormenta fue épica.

Nos enamoramos muy rápidamente de él, de su personalidad, de sus caras graciosas…de todo. Se adaptó enseguida. Un perro viejito, con un corazón tan noble, tan sumiso con mi otro perro, tan respetuoso. Al poco tiempo lo castramos y le pusimos su chapita identificadora: ya era oficialmente de la familia.

  • Ramón bullying
  • hilo rojo
  • Ramon hermoso
  • Ramón sonriendo
  • hilo rojo
  • hilo rojo
  • Ramón en la playa
  • hilo rojo
  • hilo rojo
  • hilo rojo
  • Ramón orejas bajas
  • hilo rojo

A las pocas semanas llegó el primer gran cachetazo: nos enteramos que tenía un tipo de cáncer llamado Stiker, que se alojaba en su pene. Fue muy duro para nosotros, pero él estaba feliz, sonreía y no mostraba ningún signo de malestar. Estaba decidido a luchar y nosotros íbamos a acompañarlo en todo momento.

Fueron varias semanas de tratamiento donde solo presentaba alguna queja cuando le pasaban la medicación. Nunca tuvo vómitos, ni diarreas, ni malestares, como nos dijo el veterinario que podría llegar a padecer.

Recibimos la noticia de que se había curado, por lo cual nos saltaba el corazón de felicidad. El viejito era un luchador nato. Ramón quería vivir.

El segundo cachetazo no tardó en llegar. Lamentablemente, en uno de los controles que le hicimos, le detectaron que el tumor había vuelto. Otra vez el maldito cáncer complicando las cosas. Nosotros muy tristes recibimos la noticia, pero Ramón…Ramón seguía sonriendo.

Varias semanas más de medicación, esta vez más agresiva, demoró el tratamiento. Se bancó cada sesión como un luchador que es.

Después de varios chequeos, fue oficial: Ramón por segunda vez ganó la batalla. El viejo hace lo que quiere, ya sea en casa como en la vida. Es respetuoso, pide permiso para subir a la cama o al sillón, pero cuando quiere algo, nada lo detiene. Y estimado cáncer, lo siento, pero Ramón quiere seguir viviendo. Te tocó volver a perder.

  • Secuencia de cara graciosa
  • Secuencia de cara graciosa 2
  • Secuencia de cara graciosa 3

Hoy disfruta con sus 2 hermanos, Hiena y Lucas, y no solo nos alegra cada día de nuestra vida, sino que también es el favorito de toda la gente. Sus miradas, sus actitudes, su aire de “no me importa nada, solo quiero dormir”, su capacidad de hacerse el desentendido y sus tantas cosas hermosas, hacen que haya sido una de las decisiones más acertadas y hermosas de nuestra vida.

Sin dudas que estábamos destinados a estar juntos. Estuvimos siempre unidos por un hilo rojo que estaba esperando el momento indicado para juntarnos. Nos encontramos, nos separamos y volvimos a encontrarnos para hacer a este viaje llamado vida, mucho más hermoso y placentero.

Te amamos, Ramón.

Ramón con mamá y papá

“No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas”

Friedrich Schiller

2 pensamientos en “Ramón: El hilo rojo”

  1. Qué bella historia. La relatas de una manera que nos permite ir viviendo cada momento en ese encuentro con Ramón. Es muy similar a lo que me pasó con Felicia, mi amor eterno, una de mis rescatadas. Lamentablemente no tuvimos la suerte que tuvo Ramón y una insuficiencia renal la apartó del camino de amor y comprensión mutua que habíamos transitado. Espero que tu amigo disfrute mucho más con ustedes. Todos se merecen.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *